Querida tarde desértica,
número siete mil ochocientos y pico de mis días...
Oigo los gemidos de tu alma lúgubre,
veo los reflejos de tu cabello cobrizo.
Admiro tu risa, la suavidad de tus labios,
esas uñas que tienes, débiles y descoloridas,
y esa luz divina que rebota en tu pared.
(Should I believe in God?)
Tus gestos dejan destellos de hielo en mis ojos
de gata en celo.
Oh, tarde inexistente...
Yo me pregunto de repente si alguna vez has nacido,
y quisiera saber si te he visto en mis sueños.
No entiendo por qué hablas de la luna si no puedes verla,
del continuo guiñar de ojos de las lejanas estrellas...
o del melancólico sonido de la nada.
Tarde maligna,
morirás con la caída del sol al desgastado océano.
(Should I believe in death?)
No sé por qué me suplicas que me quede en tus brazos un minuto más, por qué me pides que te desnude y te haga mía si dentro de poco yo seré un montón de cenizas que volarán sin paciencia a través de tus pensamientos...
Porque viajaré a la eterna sonrisa de la noche y al permanente olor a lirio del día.
(We believe)
(We believe)
(We believe...).
martes, 31 de enero de 2017
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melancolía desértica que sólo nos ofrece el color de la tarde.
ResponderEliminarPrecioso pensamiento tiene tu pluma....