Quiero sentirte como si todos los días fuesen el último. Ser esa barca que te ayude a cruzar el abismo como ese náufrago que no pudo conformarse con la muerte... Eres la única descarga eléctrica que consiguió hacerme tormenta.
Qué ganas tengo de decirte cuánto deseo bailar contigo por última vez, de sentir el roce de tus labios sobre mí como esa carga con la que he sido más libre. Odio tener que pedirte que me dejes marchar cuando el amanecer se transforme en un lienzo en blanco, tal vez recordándote que sueño con que mi piel sea también tuya.
Todo este tiempo he sido la conciencia que me frenaba, la Diosa que no quería encontrarse con ninguna otra Eva, pero que deseaba con todas sus fuerzas morder la manzana que me hiciese más real, aterrizar eternamente en tu sonrisa.
Te haría, amor. Dejaría que tus besos me abatiesen, tatuando tu boca en la eternidad que tira de mí para ahogarme, abrazando tus rarezas y tiñendo de esperanza las tinieblas. Gritándote que las seis letras de tu nombre son un arcoíris que ha dejado caer su color más falso para volverse más bello y más duro que nunca.
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