viernes, 6 de julio de 2018

Una amante

Hoy ha amanecido acero en el espejo del cielo
Lo contempla una amante con los pies llenos de lodo
Desnudos e inmunes ante la angustia que intenta hundirlos

Ella canta libre porque porque el océano no puede tragársela
Es el vaticinio del reinado de las nubes
                  con los huesos más molidos
Una melodía prisionera ha roto el lazo
Que la ataba a ser un simple instante
Para convertirse en el timón hacia su propio presente

La caricia que mece sus quilómetros de piernas
(Aunque ya perdí la cuenta y las mido en experiencias)
La hace extranjera en su propia piel
Pero al fin sabe que su nombre de mujer
No la mancha, no la atrapa, no la hace menos imperfecta



Su vientre, fruto de un matrimonio furtivo entre
                                 una azucena incandescente
                   y el barro que arrastra Venus al caminar
Sabe que no hay culpa que lo sumerja en la irrealidad
Que supone no tratar de ser tan sólidamente bello
Disfruta con el contacto más puro, se adhiere a la tierra mojada
Testigo de cómo una ansiosa lengua lo transforma en el destino idóneo
                                                     para crear una belleza más verdadera
                                          Sabe que el cabello que cae sobre sus primeras raíces
                                          puede barrer el alma de quien explore su flor traviesa
                                          con la inocencia típica de unos labios adormecidos

El sabor penetrante que una sonrisa inserta en ojos cerrados
Para disfrutar de la brisa inocente de una niña abandonando su crisálida

Ella es fuente de los gritos de júbilo de las amantes

Que decidieron ser ellas mismas en el segundo más oscuro de la noche.

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