domingo, 24 de julio de 2016

La mujer-experimento

-Bueno, aquí tiene lo que le prometí. Esta es Mopya, diseñada bajo mis órdenes en mi laboratorio.
     -Es... es... sencillamente perfecta -dijo el señor Iota, maravillado ante la presencia de aquella mujer. -¿Puedo tocarla?
     -Por supuesto, es toda suya.
     -Muchas gracias, doctor -respondió el señor Iota mirando a Mopya con deseo. Le tocó el pelo, oscuro e increíblemente sedoso. A continuación, le acarició la cara. La tenía tan suave... El señor Iota se la quiso llevar de inmediato a casa.
     -Tiene exactamente el físico que usted me pidió. Tiene mucha suerte, señor Iota, es la primera que nos queda tan bien. A la última la tuvimos que sacrificar porque su vientre no era lo suficientemente plano.
     -Qué espanto -gruñó él-, ni me lo puedo imaginar. Pero le felicito por haber mejorado tanto, doctor. Nos vamos a casa. ¿Cuánto le debo?
     -Ahora nada; siempre dejo a mis clientes un mes de prueba antes de cobrarles. Así no perdemos el tiempo si no quedan satisfechos con sus nuevas mujeres.
     -Excelente. Gracias doctor- se despidió el señor Iota llevándose a Mopya del brazo.
     Pasó una semana y el señor Iota había tenido sexo con ella todos los días, lo había obedecido siempre que le daba órdenes y hacía su vida mucho más fácil.
     Lo que más le gustaba era llevársela a su bar favorito y exhibirla delante de sus amigos. Todos disfrutaban con aquello... excepto Nolam, que los miraba a todos con reproche.
     -¿Os parece divertido humillar así a una mujer?
     -Por favor, tío, no jodas -rio el señor Iota. -Fue hecha en un laboratorio. No tiene sentimientos.
     -No los tiene porque tú no le enseñas qué es el amor.
     -¿Amor...? -intervino Mopya, que tenía una voz extraña pero muy hermosa.
     -Es solo un cuento, querida. El estúpido amor no es más que un gran chiste. Una gran mierda. ¿Por qué no nos vamos a casa y...?
     -Claro, llévatela y de paso huyes de los problemas, como haces siempre -replicó Nolam.
     -Quisiera saber de qué habláis -pidió Mopya.
     -¡Tú cállate! -bramó el señor Iota. -Nolam, métete en tus asuntos, ¿quieres?
     -Cuando veo a alguien a quien están rebajando de esa manera, sí que son mis asuntos -replicó Nolam. -Mopya, tú quizás no lo sepas, pero te mereces ser feliz. Si quieres venir conmigo te presentaré a mi familia. Eres libre de escoger.
     -Bueno, ¡ya basta! -bramó el señor Iota, harto. -Mopya, no le escuches. Te vienes conmigo a casa, que para eso soy tu marido.
     -Mopya, él no te quiere. Te está utilizando para suplir sus carencias.
     -Pero... ¿qué significa ser libre? -inquirió ella, mirando a Nolam con un brillo extraño en sus ojos castaños.
     -Que eres tú la que eliges la vida que quieres. Si vienes conmigo, te ayudaremos. Te lo prometo.
     -Entonces, quiero ir a tu casa, Nolam. Quiero aprender qué es ser feliz. Suena muy bien.
     Mopya supo ponerse por encima de su miedo al señor Iota, quien había llegado a amenazarla con darle una paliza, y en casa de Nolam la vieron sonreír por primera vez. La mujer de Nolam, Miska, le ofreció un trabajo con ella en su panadería; trabajo que Mopya aceptó enseguida con una emoción que jamás había sentido.
     Una tarde en la cual Miska había salido durante una hora para hacer un recado, Mopya se quedó de encargada en la panadería. Entonces fue cuando sintió el miedo en su cuerpo en todo su esplendor: el señor Iota entró armado con un cuchillo.
     -Por fin te tengo, puta. He perdido una hora buscando el cuchillo de cortar jamones, que no sabía dónde lo había puesto. No obstante, te daré una oportunidad de vivir si me acompañas sin resistirte.
     -Jamás -contestó Mopya con un nudo en el estómago. -Nolam cumplió su promesa y ahora soy feliz. He aprendido muchísimo sobre sentimientos humanos. Y tú no tienes ninguno de ellos.
     El señor Iota se enfureció tanto que arañó su cuello con el filo del cuchillo y le hizo sangrar. Mopya tenía la boca fuertemente tapada y no podía gritar para pedir ayuda. Volvió a sentir el cuchillo cada vez con más fuerza rebanándole el cuello mientras la sangre le salía a borbotones...

Mopya...
     Mopya...
     ¡Mopya, estás viva, despierta!
     -¡Papá, Mopya ha abierto los ojos!
     La muchacha notaba un fuerte zumbido en la cabeza mientras trataba de mirar qué había a su alrededor. Veía la ventana de su cuarto, su mesa de noche y a Nolam y su familia, llorando y sonriendo a la vez.
     -¿Qué... qué ha pasado? ¿Dónde estoy?
     -En casa -respondió Miska. -¡Menos mal que hemos podido salvarte!
     -No comprendo... mi marido...
     -No llames así a ese malnacido. Ahora está entre rejas, igual que ese doctorcillo que te creó. Él se negaba a revivirte. Fue Miska la que podría decirte que te trajo de nuevo.
     Mopya miró incrédula a Miska, que tenía los ojos anegados en lágrimas.
     -Yo también soy el resultado de un experimento del doctor. Solo que a mí me intentó matar inmediatamente por ser "demasiado fea" para él. Nolam era amigo suyo hasta que supo que se dedicaba a crear mujeres a modo de objetos. Me rescató de ese pozo y se casó conmigo.
     ¿Cómo era posible que alguien quisiese asesinar a una persona tan bondadosa como Miska? Mopya sintió cómo sus ojos se iban humedeciendo y derramaban gotas de agua por su cara. "Así que esto es llorar. Es la sensación más difícil pero a la vez más reconfortante que he tenido".
     Nolam se sacó una hoja de papel de la cartera y se lo dio.
     -Tienes que irte de aquí. Con este billete de avión podrás coger un vuelo a Tel Aviv. Mi hermana ha dicho que te enviásemos a vivir allí con ella para que puedas ser al fin libre. Vas a vivir realmente como desees y nadie volverá a hacerte daño. Vas a ser muy feliz.
     Mopya no dejó de llorar al despedirse de ellos, ni en el avión. Sin embargo, sabía que en Israel, como le había dicho Nolam, podría empezar una nueva vida junto a Ziva, la hermana de su amigo. Se perdería en una ciudad desconocida para encontrarse a sí misma. Quería una oportunidad para ser feliz y la vida por fin se la había dado.

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