domingo, 24 de julio de 2016

Cuando el amor rompe todas las barreras

─Mamá, papá: os presento a Dana, mi pareja.
     ─…
     ─Paula…
     ─Mamá, por favor…
     Dana se obligaba a sí misma a sonreír, aunque no sabía qué hacer. Los padres de Paula la observaban como si fuese una especie desconocida. Finalmente, fue ella quien se acercó en primer lugar a darle dos besos.
     ─Encantada de conocerte por fin, querida. Paula nos ha hablado mucho de ti.
     A su marido no le quedó más remedio que imitarla.
     ─Encantado, Dana. Venga, vamos para dentro a comer.
     La reunión fue tensa. Mari Carmen y Luis, los padres de Paula, no paraban de hacer comentarios acerca de la ropa de Dana.
     ─Querida, ¿por qué viniste vestida de chaqueta y pantalón? ¿No te gusta el vestido de Paula?
     Dana volvió a fijarse en el vestido azul de su novia, que combinaba a la perfección con sus ojos y su pelo rubio, y sintió cómo se le aceleraba el corazón. Le pasaba lo mismo con ella desde la primera vez que la había visto.
     ─Me encanta. Está tan guapa… Soy muy afortunada por poder estar al lado de vuestra hija todos los días.
     Paula se puso roja y sonrió. A Luis no parecía gustarle ver cómo su hija miraba embelesada a aquella extraña de pelo rebelde que iba vestida… ¿como un chico? Y no se esforzó por ocultarlo:
     ─¿Sabes qué, Dana? Ese conjunto que llevas me hace recordar cómo iba vestido el anterior novio de Paula. ¿Te acuerdas tú también, hija mía?
     ─¡Sí! ─exclamó Mari Carmen antes de que Paula pudiese expresar nada. ─¡Qué guapo era Gonzalo! Todavía no sé por qué lo dejaste…
     Paula frunció el ceño. En realidad, sí que lo sabía: su hija había aceptado de quién estaba de verdad enamorada. Y ella no podía soportarlo.
     ─Dana está componiendo nuevas canciones ─soltó Paula para salir del paso. ─Son las mejores que he escuchado nunca.
     ─Eso es porque están inspiradas en ti.
     Al oír eso, Paula se levantó de su sitio para besar a su novia sin importarle lo que sus padres pensasen. Dana había tenido que luchar mucho por ella, y desde luego no había sido fácil. Paula jamás hubiese pensado que le fuese a gustar tanto otra chica.
     Mari Carmen se levantó bruscamente, justo antes de que su marido hiciese lo mismo.
     ─¿Vamos a por el postre, cariño? ─dijo Luis con un falso tono de jovialidad. ─Venga, te acompaño a la cocina.
     Dana esperó a que ambos abandonasen el salón para hablar:
     ─Creo que no les gusto mucho a tus padres.
     ─Pues les gustes o no estoy saliendo contigo.
     ─Paula…
     ─¿Sí?
     ─No quiero causarte problemas con ellos, en serio. Solo quiero que seas feliz.
     ─Dana, sabes que no seré tan feliz con nadie como contigo. Y si ellos no lo ven… ─la abrazó por los hombros. ─Nunca he sentido esto con nadie, y lo sabes. Has tenido que insistir mucho para que me diese cuenta. Y ahora me toca a mí demostrar cuánto te quiero.
     ─¿Qué?
     Paula sacó un sobre de un bolsillo de su vestido.
     ─Quiero que la leas en voz alta cuando vuelvan mis padres. Y que no te saltes ni una palabra.
     En ese momento Mari Carmen y Luis entraron en el salón con una tarta de chocolate. Paula se levantó inmediatamente de las piernas de Dana y les habló:
     ─Papá, mamá, quiero que os sentéis y que escuchéis lo que hay escrito en la carta que tiene Dana. Os quiero muchísimo, y es importante para mí que comprendáis lo que siento por ella.
     Nerviosa, Dana abrió el sobre y desdobló el folio perfumado que había en su interior. Se notaba que Paula se había esforzado mucho para conseguir esa caligrafía tan increíble. Los miró a los tres antes de empezar a leer:



     Querida Dana:

     Sé que estarás incómoda leyendo esto delante de mis padres, pero quiero que los tres escuchéis lo que tengo que decir. Al contrario de lo que pueda parecer, nunca he tenido mucha suerte en el amor: mi primer novio me dejó por otra chica, y hasta he tenido una temporada en la que solo usaba a los hombres para divertirme. Me acostaba una y otra vez con algunos de mis amigos. Gonzalo era uno de ellos, hasta que me dijo que sentía algo más por mí y empezamos una relación seria.
¿Recuerdas el día en el que nos conocimos? Llevabas un vestido rojo precioso y me caíste bien nada más empezar a hablar. Nos hicimos grandes amigas en pocos días.
El momento en el que me dijiste que eres genderfluid y que te gustan las mujeres… No sé si fue por esa confesión, por tu carácter o por las dos cosas que, sin planearlo (porque estas cosas no se planean), me empecé a enamorar de ti cuando ya me había prometido con Gonzalo.
No podía aceptarlo. Desde pequeña me habían dicho que lo que estaba bien era casarte con alguien del sexo opuesto y tener hijos. La vieja historia de siempre. No obstante, seguía viéndote y aprendí que lo que realmente cuenta es ser libre y feliz. Pero ¿cómo iba a romper mi relación con Gonzalo?
Entonces fue cuando te me declaraste y yo salí corriendo de la heladería por miedo. No sabía qué hacer con mi vida. Tú me gustabas pero también quería estar con mi novio. Te preocupabas por llamarme y mandarme mensajes para tranquilizarme, para decirme que nunca me ibas a obligar a hacer nada que yo no quisiera, mientras que Gonzalo se alejaba cada vez más de mí. Y entonces, el día en que me mandaste esa carta de amor tan hermosa, tomé la decisión más importante: quedar con los dos a la vez como si fuésemos una pareja normal que sale con una amiga. Pero sabía que no lo éramos en absoluto.
Todavía no había confesado que te quería a ti cuando apareció Melody, la mejor amiga de mi hermana Tania (la cual, para gusto de mis padres, está felizmente casada), y empezó a acusarlo de ponerle los cuernos… conmigo. Sí, seguro que recuerdas cómo exploté en cuanto oí cómo había estado jugando a dos bandas. Mientras tanto, Melody me llamaba puta, y zorra… Y fue así como te dio un arrebato y me defendiste de una manera que jamás olvidaré: dijiste delante de todos que yo era el mayor regalo que te había hecho la vida… Delante de todos, Dana, con dos cojones… Y yo necesito responderte aquí y ahora: tú también eres lo mejor que he tenido nunca, y quiero que se entere todo el mundo.
Seguramente en este punto de la carta estés a punto de romper a llorar; no lo hagas todavía. Espera a leer la posdata.
Te prometo que quiero pasar el resto de mi vida aprendiendo a cocinar a tu lado y comiéndome todas mis bazofias mientras tú te ríes de mí.
Te amo,
                    Paula


Pd.: Ahora viene la mejor parte… Dana Miranda García, ¿quieres casarte conmigo?



     Entre las lágrimas y las carcajadas, Dana miró a Paula y dejó que le colocase un impresionante anillo sabiendo que ya no importaba nada. Solo esperaba que Mari Carmen y Luis aprendiesen a comprender cuánto quería a su hija y a respetarla como el ser humano valioso que era. Estaba segura que así sería y que sabrían conservar su amor por el resto de sus vidas sin que las venciesen los obstáculos de su camino como una sola.

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